De pequeño, David tenía poca paciencia para el punto de cruz. Por aquel entonces, sentarse a dar pequeñas puntadas en forma de X en un trozo de tela parecía demasiado aburrido para un chico enérgico que siempre estaba en movimiento. Pero el hobby de su madre persistía como trasfondo de su vida. Años más tarde, después de servir en el Ejército de los Estados Unidos, el lento ritmo de la costura le ofreció a David algo inesperado: paz. Los hilos que alguna vez no pudieron mantener su atención finalmente lo ayudaron a sostener su mundo. A través del punto de cruz, David encontró la calma, la concentración y la curación después de dejar el ejército.